Cubano de toda América Latina, productor, guionista, locutor y capacitador radiofónico, José Ignacio López Vigil habla pausado y se ríe con frecuencia. Mientras conversa garabatea signos sobre un papel, para ayudar a que sus recuerdos avancen ordenadamente.
José Ignacio López Vigil en las oficinas de ‘Radialistas Apasionadas y Apasionados’, con la ciudad de Quito como fondo
El décimo aniversario de ‘Radialistas Apasionadas y Apasionados’, la organización que ayudó a nacer en agosto de 2001, es el motivo de la entrevista y la evocación.
Pero durante una larga charla con Jorge J. Basilago, López no sólo revisó la historia de ‘Radialistas…’, sino que también tuvo tiempo para reflexionar sobre la actualidad radial en la región, el protagonismo cada vez mayor de las redes sociales en los medios de comunicación y la necesidad de poner las radios comunitarias al servicio de los problemas cotidianos de la gente.
Radio World: ¿Cómo surgió ‘Radialistas Apasionadas y Apasionados’?
José Ignacio López Vigil: Nosotros arrancamos en 2001. Cuando digo nosotros me refiero a mí, a Tachi (NdeR: Hortensia Arriola Iglesias, comunicadora peruana y co-fundadora de ‘Radialistas…’) y a varias compañeras y compañeros que habíamos trabajado en la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC).
El 15 de agosto de 2001 decidimos hacer algo por nuestra cuenta, pero no sabíamos qué hacer. Y por cierto, no teníamos un centavo. Fuimos descartando posibilidades hasta llegar a lo que es actualmente ‘Radialistas…’.
Pensamos: ¿cuál es el problema de las radios comunitarias y locales? Son muchos, pero uno de los principales pasa por los contenidos. Hay mucha voluntad, pero cuando a veces tú comparas la programación de una radio comunitaria con la de una comercial, leen los mismos periódicos, muelen los mismos discos y hablan de las mismas cosas también. Entonces, en agosto hicimos la fundación y creo que en septiembre-octubre despachamos los primeros programas a una lista de 250 direcciones de emisoras que teníamos.
RW: ¿De qué forma distribuyen sus producciones?
López: Como no teníamos recursos, en el origen mandábamos libretos para que las radios los grabaran. Y como en muchas radios ni libretos había (risas), los nuestros fueron bien apreciados. Así, la lista de 250 a 300 emisoras fue creciendo. Estuvimos cerca de tres años mandando libretos, pero cuando apareció Santiago (García Gago, actual responsable del área tecnológica en ‘Radialistas…’) en el horizonte decidimos forzar la situación y dar un salto sustantivo de producción: de libretos a programas grabados.
Cuando comenzamos a mandar los programas terminados, la lista de interesados se disparó. Actualmente tenemos unos 25.000 usuarios y usuarias que diariamente reciben nuestros contenidos. Les mandamos por correo electrónico el libreto y clickeando pueden oír el audio, sea en streaming o bajándolo a su PC. Esto es lo que nosotros despachamos, pero también nos consta que nuestro sitio Web tiene entre 130.000 a 140.000 visitas mensuales y nos descargan unos 3.000 ó 4.000 audios diarios. Tenemos todos los derechos compartidos, con licencia Creative Commons y CopyLeft.
Otro salto importante fue pasar de nuestros audios a los de otros: ese fue el origen de la Radioteca, una plataforma que cumple cinco años y acumula cerca de 15.000 audios, subidos por muchísima gente que también produce pero que no tenía la posibilidad de despachar.
Y ahora estamos dando otro salto, del que todavía no estamos muy seguros: trabajar una especie de escuela virtual, abrirnos más a redes sociales, buscar una forma de dinamizar mucho más nuestro trabajo. Hemos hecho algunas videoconferencias, pero todavía no le acabamos de encontrar la vuelta.
RW: ¿Cómo se sostienen económicamente?
López: Recibimos, desde el comienzo, un apoyo de CAFOD (NdeR: Agencia católica de cooperación, con sede en el Reino Unido), que en estos 10 años nos ha aportado la mitad y un poquito más del presupuesto. Y el resto lo cubrimos vendiendo servicios, grabando spots o lo que sea.
Ahora bien, ¿por qué no cobramos por nuestros programas? Hay una razón ideológica y otra práctica. La razón ideológica es que creemos en la cultura libre, en que los productos culturales — llegará el día en este planeta — sean comprendidos como un bien colectivo, que por lo tanto debe ser gratuito y de acceso universal. Y la razón práctica es que cada radio que pasa nuestros programas hace un aporte propio en electricidad y personal. No tendría sentido cobrarles.
Pasión por la gente
A pesar del nombre de su organización, y del evidente entusiasmo que le despierta el hacer radio, analizarla y ayudar a otros a entenderla mejor, López Vigil sostiene que su interés principal no es el medio sino el destino. “A mí lo que me apasiona es la gente, no el canal a través del cual llego a ella”, dijo. Y enfatiza que “en este mundo desequilibrado, absurdo, donde se ve y se siente tanta injusticia, nosotros decidimos poner la radio — que es lo que sabemos hacer — al servicio de la gente y de sus historias”.
“Cuando decimos ‘gente’ priorizamos algunos grupos: las mujeres, doble o triplemente discriminadas y excluidas; los desempleados y obreros; los niños y niñas; la naturaleza y lo ecológico”, dijo López.
RW: ‘Radialistas…’ también brinda capacitación, ¿verdad?
López: Claro, nosotros damos talleres. Pero creemos también que la buena producción que se envía es una capacitación indirecta. Es decir, que la gente piense: “Si ellos lo hacen, ¿por qué yo no?”. Por ejemplo, en Buenos Aires existe el Centro de Producciones Radiofónicas (CPR), cuyos miembros confiesan que inspiraron su producción en la nuestra.
Hay muchas emisoras que uno conversa y le dicen lo mismo. ¿Por qué ocurre esto? Por un misterio profundo de la radio latinoamericana: hoy día que tenemos los softwares más avanzados, las mayores facilidades y demás… se produce menos. En aquellos tiempos del cuplé que tú con una tijerita tenías que cortar la cinta, había más y mejor producción.
RW: ¿Tantas facilidades anulan la creatividad?
López: Yo creo que en buena parte sí, pero también hay otros factores. Primero, los malos sueldos: la sobreabundancia de emisoras hace que se pague mal, y que los mejores creativos migren a otros medios. Si tú tienes, en un país como Ecuador, más de 800 emisoras de radio, no hay público ni publicidad para todas. Con lo cual las emisoras se convierten en medios familiares, bodeguitas que esperan la próxima campaña política para capitalizarse un poquito y ya.
Pero naturalmente, en condiciones tan precarias, no producen nada. Otro factor es que me parece que vuelve comodista el exceso de facilidades, entonces el “software” de la creatividad es el que menos se utiliza. Y a todo esto se suma la gran mentira de que a la gente no le gustan los dramatizados, los cuentos, los relatos, ¡ni siquiera los reportajes! La gente lo único que quiere es (finge un tono simplón): “Música y noticias, noticias y música”.
Y la radio se ha convertido en una cajita aburrida, porque para colmo son la misma música y las mismas noticias dando vueltas en un carrusel insoportable.
Radio y redes sociales
“Yo antes era escéptico de las redes sociales; pero te confieso que después de Egipto, de la Puerta del Sol y de lo que está pasando en Chile, sería el último en criticarlas”, dijo López Vigil, para quien existe una clara y “novedosa” relación entre estas herramientas y la movilización social, sobre todo entre los jóvenes.
Si bien considera que Twitter tiene a su favor una sorprendente inmediatez en el acceso a las fuentes primarias de información, elemento que lo hace importantísimo para los servicios noticiosos, el radialista admite que todavía no le resulta tan cristalino su anclaje en la producción radiofónica. “Esto se debe, en parte, a que somos un centro de producción y no estamos montados en la actualidad o en la coyuntura más inmediata”, apunta.
RW: ¿Y qué pueden aportar las radios comunitarias en este escenario?
López: Nosotros tenemos una propuesta, que surge de un libro que yo hice sobre “periodismo en intermediación”. Porque te dicen “vamos a competir”, y por esa locura lo que hacemos es simplemente imitar malamente lo que hacen las grandes radios.
Nosotros podríamos competir en muchas cosas, pero si una radio comunitaria ayudara a resolver los mil y un problemas de la vida cotidiana de la gente; si realmente intermediara entre autoridades que no cumplen lo que prometieron y una ciudadanía que no sabe en qué palo ahorcarse; si las radios se convirtieran en defensorías del pueblo, en comisarías de la mujer, en contralorías de los poderes al aire libre, esas radios se van para arriba.
Yo conozco algunos casos que hacen eso y ahí no hay música ni noticias ni nadie que les dispute el primer lugar. Pero claro, esa labor es un compromiso social e implica riesgos porque estás tocando intereses.
RW: ¿’Radialistas…’ llega a este aniversario con alguna cuenta pendiente?
López: Un dolor antiguo, nunca resuelto, es lograr que un centro de producción en Brasil grabe nuestros libretos. Tenemos un buen traductor brasileño, que traduce todos nuestros materiales al portugués. Hemos hablado en (San Salvador de) Bahía, en San Pablo, en Río (de Janeiro), con no sé cuántas organizaciones, pero hasta ahora no le atinamos.
El festejo de aniversario
“No queremos autocomplacernos ni autofelicitarnos, porque sería aburridísimo”, dijo López sobre la celebración del décimo aniversario en la sede del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL), el 22 de septiembre.
En consecuencia, la fiesta incluyó la realización de programas en vivo, talleres diversos (tecnológicos, de género, infantiles, de educación sexual y redes sociales), sorteos de material y un cierre musical a cargo del grupo La Malamaña.
Hubo incluso una entrega de reconocimientos a organizaciones o medios afines a ‘Radialistas…’ como las radios indígenas de Oaxaca, México; CAFOD; UNESCO y CIESPAL.
Otra cuenta pendiente es tener “hijos”. El CPR se confiesa como hijo nuestro, pero a mí me encantaría que en otros países saliera gente a hacer lo mismo, aunque no lo haga para toda América Latina. ¿Por qué no ocurre esto? Tal vez por el comodismo del que hablábamos antes. Tal vez, también, porque no hay muchas agencias de cooperación que apuesten a la comunicación.
Si tú presentas un proyecto para hacer letrinas consigues fondos más fácilmente. La comunicación no es “medible”, por eso también es difícil saber cuál ha sido la incidencia política de nuestro trabajo en estos diez años.
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