Por Jorge J. Basilago
iStockphoto/xefstock No son pocos los analistas y académicos que auguran una suerte de “reverdecer” radiofónico en todo el mundo.
Apoyada en las nuevas tecnologías — y en su versatilidad para absorber y aprovechar los cambios — y manteniendo su tradicional penetración y confianza en la audiencia, la radio está “a las puertas de vivir una segunda juventud”, según anticipa un pormenorizado informe de la consultora internacional Llorente & Cuenca.
“(…) Internet y las nuevas formas de comunicación ‘a la carta’ pueden permitir y facilitar que tenga lugar este pequeño renacimiento”, agrega el documento.
Latinoamérica, desde luego, no está al margen de ese fenómeno. Pero las permanentes crisis coyunturales que la radiodifusión enfrenta en casi todos los países del área, a menudo provocan que las proyecciones favorables luzcan un tanto menos “inminentes” en la práctica. Zona de contrastes y paradojas, coexisten en esta región altos niveles de precariedad con idénticos o superiores índices de concentración (económica, comunicacional y geográfica); un formidable potencial creativo con urgencias de toda índole que impiden desarrollarlo; e históricos vacíos legales que, cuando pretenden resolverse, suelen derivar en interminables batallas judiciales.
Todas estas circunstancias mantienen al sector en una suerte de “presente continuo” que no siempre le permite alcanzar el prometido “futuro perfecto”.
“Acostumbrados durante décadas a un escenario con pocas novedades, los medios de comunicación en América Latina afrontan un torbellino de transformaciones para cuyos desafíos no hallan, por el momento, respuestas novedosas”, sostiene el docente e investigador argentino Martín Becerra, en un reciente artículo titulado “Medios de comunicación: América Latina a contramano”.
En el texto mencionado, Becerra señala además que el sector de medios latinoamericano atraviesa actualmente por un proceso de convergencia con las redes digitales, cuyo destino es todavía “incierto”. De hecho, son muchos los analistas y estudios que coinciden con esta apreciación, a partir de un dato contundente: la creciente consolidación de nuevas formas de audiencia radial online, asociadas al uso de dispositivos como la PC/laptop y, especialmente, los MP3-MP4, teléfonos móviles y tabletas.
Los equipos convencionales todavía conservan un amplio liderazgo a la hora de escuchar radio, sobre todo porque la masificación de la conectividad a Internet es una de las mayores cuentas pendientes a nivel regional. Según sostienen las periodistas Marta Garrido y Laura Pinto en un artículo publicado en el sitio Web de Radio Nederland Wereldomroep, apenas el 27 por ciento de la población latinoamericana cuenta con acceso a la red.
En México, la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la TV (CIRT) advirtió sobre la lentitud con que la radio asume esta revolución tecnológica: según estimaciones del organismo, mientras el 30 por ciento de la audiencia de otros medios (periódicos, revistas y TV) se encuentra ya en plataformas digitales, la radio todavía está lejos de esa cifra.
Sin embargo, pese a la elevada confianza de los latinoamericanos en la radio como medio de comunicación (55 por ciento de valoración positiva, de acuerdo con los informes de Latinobarómetro) la persistente baja del encendido analógico habla de una fragmentación entre los oyentes. Dispersión que se acentúa cada año: en Perú, una encuesta de la Compañía Peruana de Estudios de Mercados y Opinión Pública (CPI) determinó que el uso exclusivo de los receptores tradicionales cayó del 70 al 60 por ciento entre 2012 y 2013; Y en Brasil, IBOPE Media concluyó que el celular ya es el segundo aparato más utilizado para escuchar radio, apenas por detrás de los “históricos”.
Desde luego, estas tendencias también impactan sobre la producción radiofónica. Por caso, el estudio de Llorente & Cuenca da cuenta del crecimiento en el uso de la edición digital, mientras que las posibilidades de almacenamiento de contenidos en línea facilitan la tarea de compartir producciones en forma inmediata. “Gracias a Internet, la radiodifusión ha perdido su carácter efímero por la posibilidad de difundir masivamente archivos de sonido, por ejemplo en formato podcast, con posterioridad a su salida al aire”, agrega el escrito.
Necesariamente, la diversificación generada por estas nuevas tendencias también ha comenzado a poner en crisis el modelo de la “radio generalista”. La demanda de los oyentes por contenidos a la carta disponibles en todo momento, claramente segmentados en función de grupos etarios, zonas geográficas o intereses particulares, exige de las emisoras una respuesta que sólo ha recibido a cuentagotas. Aún exitosos, los ejemplos de radios que asumen este desafío son numerosos pero todavía no mayoritarios.
En Colombia se destaca el caso de Blu Radio, una estación de FM nacida en 2012 al calor de las nuevas tecnologías: desde el comienzo, su programación puede seguirse por Internet y en dispositivos móviles, herramientas que la ayudaron a incrementar su audiencia un 154 por ciento en menos de dos años de vida. Algo semejante sucede en Argentina con Vorterix, o en Perú con RPP, medios que asumen decididamente la era multiplataforma y dialogan con sus seguidores a través de las redes sociales. También avanzan en este sentido portales como CienRadios.com.ar o Batanga.com, que permiten ubicar emisoras online de los más variados perfiles.
Otro atractivo intento de captar a las nuevas audiencias, en este caso desde el sector alternativo sin fines de lucro, se produjo a fines de 2013 en Brasil. Con el lanzamiento de una aplicación móvil — que cuenta con versiones para iOS, Android y web — denominada “RadCom Radios”, un colectivo de varias organizaciones se propuso facilitar el acceso de los oyentes a las radios comunitarias. El resultado es una plataforma que puede descargarse gratuitamente y visibiliza hasta el momento la programación de más de 70 emisoras de toda América, África y Europa.
Aunque la coincidencia generalizada es que la radio como tal no dejará de existir, sino que mutará de formas sin alterar su esencia, el cambio de época parece marcar la derrota definitiva de la banda de AM.
En América Latina, la cantidad de estaciones de FM casi duplica a las de amplitud modulada: 13.394 contra 6.892, respectivamente, de acuerdo a una investigación de 2012 titulada “La radio en América Latina y el Caribe, Mapa Interactivo”, realizada por el periodista Tito Ballesteros. De igual manera, la Asociación Brasileña de Emisoras de Radio y Televisión (ABERT) corroboró el debilitamiento de la AM en los dispositivos más modernos: en territorio brasileño, los últimos teléfonos celulares capaces de sintonizarla fueron lanzados en 2008.
Este rumbo se profundizará a mediano plazo, cuando se concrete en Brasil la anunciada migración de más de 1.700 estaciones de AM a la banda de FM, que la propia ABERT definió como “el hecho más importante de los últimos 50 años para la radio” del gigante sudamericano. Preocupadas por los altos niveles de interferencia que sufre esa banda, ABERT y las entidades estaduales de radio y televisión propusieron al gobierno esta medida, que la presidenta Dilma Rousseff viabilizó mediante un decreto el 7 de noviembre pasado.
Se prevé que en 18 meses los oyentes comenzarán a recibir por FM las señales de las antiguas emisoras de AM, aunque ese plazo depende de la capacidad del Ministerio de las Comunicaciones y la Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel) para analizar y resolver los pedidos de migración. Y también de las posibilidades de los radiodifusores de afrontar los costos del cambio, estimados en 100 millones de reales.
“Estamos delante de un nuevo tiempo para nuestra radio que, al operar en FM, ganar�� en calidad de audio y de contenido, competitividad y alcance a través de los dispositivos móviles”, anticipó, optimista, el presidente de ABERT, Daniel Pimentel Slaviero.
“La radio siempre presentó una rápida adaptación a las nuevas tendencias y hábitos de consumo”, destaca asimismo el documento de ABERT sobre la migración de AM a FM. Entre los lastres que suelen hacer más lenta esa adaptación se destaca la generación de recursos: “Como medio publicitario, la participación de la radio se ha mantenido estable y en niveles bajos”, admite la investigación de Llorente & Cuenca. Aún en países con mercados proporcionalmente grandes, como Brasil, las cifras de inversión en publicidad radial aparecen en segundo o tercer lugar, muy lejos de la TV y casi a la par de Internet.
Esto se combina con la carencia de índices de audiencia confiables en gran parte de los países de la región, hecho que desalienta una inversión más decidida y sostenida de los anunciantes, tanto en la radio propiamente dicha como en sus “reflejos” online. Y, si se contempla también el manejo discrecional de la pauta publicitaria oficial, cuestionado en varias naciones del continente, es sencillo concluir que la gran mayoría de las emisoras no consigue asumir un rol muy dinámico en la adopción de las nuevas tecnologías y los formatos radiofónicos derivados de su aplicación.
Otro elemento que conspira contra el desarrollo de la industria es el alto grado de concentración que se registra en ella, tanto a nivel económico como geográfico y de contenidos. Mientras las audiencias se fragmentan y dispersan en busca una oferta cada vez más determinada, los medios viven todavía un proceso inverso. Así las cosas, el grueso de la producción radial se aglutina en las capitales o ciudades más pobladas (Río de Janeiro y San Pablo en Brasil; el Distrito Federal en México; Buenos Aires en Argentina, por ejemplo), anulando la necesaria diversidad y variedad de voces. Lo que además atenúa el interés del público: poco puede importarle a un habitante de Foz do Iguaçu el saber de un embotellamiento en el centro paulista, mientras nadie le informa sobre el incendio desatado a tres calles de su domicilio.
Respecto de la propiedad de los medios, unos pocos conglomerados dominan el escenario e incluso planean seguir creciendo, como en el caso del grupo español Prisa, cuyo presidente ya anunció una expansión de sus negocios en América Latina hasta 2015. Todo esto en paradójica coexistencia con altos niveles de precariedad laboral y salarial, y a pesar de las quejas y denuncias de otros radiodifusores y también de las leyes del sector, que en muchos casos tienden a desalentar esta práctica.
“Es una vergüenza que en el Perú estemos teniendo un grupo que sea prácticamente el dueño de los medios de comunicación, es peligroso”, sostuvo en diciembre de 2013 el presidente peruano Ollanta Humala.
El tema regulatorio es otro acertijo de difícil resolución. América Latina está a punto de cumplir una década de tensiones en la materia, contada desde el dictado de la conocida “Ley Resorte” en Venezuela, en 2004. Sin importar el signo político de sus gobiernos, gran parte de los países latinoamericanos atraviesan “frentes de tormenta” en este sentido. El estímulo a las voces alternativas, la desconcentración de la propiedad y la falta de reglamentaciones claras o leyes adicionales que hagan lugar a los nuevos servicios mantienen entrampado el desarrollo legal del sector en casi toda el área.
México — que espera la promulgación de una nueva Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión para este año — no ha podido avanzar con la multiprogramación por carencias de esta índole, a pesar de que inició su migración digital hace ya tiempo.
En Chile y Brasil, las radios comunitarias, alternativas y étnicas pelean por leyes específicas y un mayor reconocimiento y protección. La nueva ley de comunicación ecuatoriana ha despertado más de una controversia; y algo similar ocurre con el proyecto normativo de Uruguay, que en diciembre recibió una ajustada media sanción en la Cámara de Diputados, sólo con votos oficialistas.
Por último, luego de cuatro años de batallas legales, a fines de 2013 se logró en Argentina la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; pero el proceso de adecuación de los grandes holdings multimedia demorará un buen tiempo, con no pocas dificultades asociadas.
“Los grupos concentrados de medios han construido una sobresaliente articulación con el poder político, uno de cuyos indicadores ha sido la escasa regulación del sector, dispuesta al servicio de la propiedad de los medios”, razona Becerra. Como aderezo, el investigador argentino señala que la falta de leyes para el sector degeneró a menudo en un fuerte y arbitrario control por parte de los gobiernos de turno, con los que ha mantenido una relación de amor-odio casi desde sus inicios como industria.
Por detrás de todas estas urgencias que deben resolverse asoma — como promesa o amenaza según el caso — el largo plazo. Que en general está representado por la digitalización radial. Quedó dicho: México, que ya optó por el sistema HD Radio, no puede desplegarlo en todo su potencial por vacíos legales; Brasil lleva varios años estudiando el tema, que ahora quedó supeditado a la migración de las AM, proceso que nadie tiene muy claro cuánto tiempo y tropiezos demandará.
También en el caso brasileño, la Subcomisión Especial de Radio Digital de la Cámara de Diputados propuso dejar a las emisoras en libertad de escoger por su cuenta la norma digital que consideren adecuada. En un documento difundido por la citada subcomisión en diciembre, se destaca que esa sería la solución “más acertada” para esta cuestión, a fin de “no atrasar más el proceso de migración, que viene trayendo graves perjuicios a las emisoras y a la población”.
En el resto de la región, son pocos los gobiernos que han seleccionado una norma digital. Y son menos aún los que están analizando el tema a través de organismos o comisiones específicas como en el caso de Brasil. Preocupados mayormente por sortear los obstáculos económicos, legales y técnicos más inmediatos, todos parecen no advertir que la tecnología radial cambia día a día, modificando además sus formatos de producción y los usos y costumbres de su audiencia.
Tal vez, cuando lleguen a comprender estas claves para el desarrollo futuro de la industria radiofónica, una nueva urgencia les haya robado la atención.
— Jorge J. Basilago es periodista gráfico y radial independiente que cubre el acontecer mediático y cultural desde Buenos Aires, Argentina
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