QUITO, Ecuador — Una conversación con José Ignacio López Vigil puede derivar hacia mil temas tan diferentes como atractivos. Pero siempre, en el centro o en los contornos de la charla, aparecerá la radio.
José Ignacio López Vigil Cautivado por este medio durante la mayor parte de su vida, López ha ejercido casi todos los oficios que una emisora es capaz de albergar, incluida la enseñanza: la capacitación radiofónica constante, creativa, alegre y exigente es una de sus principales preocupaciones desde la organización Radialistas Apasionadas y Apasionados, que fundó y conduce desde 2001. Parte de esa experiencia pedagógico-radial se condensa en su libro “Pasión por la Radio”, presentado oficialmente a mediados de noviembre de 2015. Pensado como un manual de capacitación para capacitadores de radio y escrito en un estilo vivaz, claro y fluido, el texto se divide en dos grandes bloques. Una primera parte destinada a las herramientas metodológicas útiles para dictar un taller de radio, y en segundo lugar una serie de aproximaciones y enfoques sobre los contenidos que pueden abordarse.
Jorge J. Basilago dialogó con López acerca de este nuevo trabajo.
Radio World: ¿Cuál fue el disparador de ‘Pasión por la Radio’?
José Ignacio López Vigil: Este libro surge de la constatación de que hay miles de talleres, miles de capacitadores, pero no hay — o al menos yo no conozco — un libro que te ayude metodológicamente.
Nadie ha sintetizado la trayectoria de capacitación en América Latina, que es riquísima. O quizás lo hicieron pero desde textos muy teóricos. En cambio yo quería lograr una cosa práctica que ayude a definir los criterios que no pueden dejar de enseñarse; criterios que me parecen tan de sentido común como olvidados. Pero no encontré eso en ningún libro de teoría.
Lo poquito que se encuentra es siempre el rollo teórico que no le ayuda a un capacitador a decir: “Vea, yo voy a enfrentar un taller, tengo que tener estas cosas en cuenta, tengo que tener esta actitud corporal, tengo que tener un lenguaje y una relación de humor, etcétera”. Ese es el origen del libro.
RW: ¿Qué tiempo demoró en tener listo el texto? ¿Fue complicado lograr ese tono claro y simple?
López: Este libro me llevó varios años, pero no porque sea tan profundo ni tan maravilloso, sino porque no tenía tiempo y entonces iba robando una noche por aquí y otra por allá, un tiempo libre por aquí. Además me demoré porque lo más fácil es hablar en difícil; de esa forma nadie te entiende y seguramente tampoco tú entiendes lo que dices.
Pero la gente te va a aplaudir y dirá: “Hombre, qué cosa tan profunda”. Sí, tan profunda que te ahogaste. Muchas veces, lees un texto de comunicología y te encuentras con todas las resemantizaciones, con discursos aparatosos, grandilocuentes.
¿Qué hay detrás de ese afán de enredar? Lucirse, demostrar que sabemos mucho y cumplir el viejo adagio que me dijeron que era de (Sigmund) Freud: “Ya que no somos profundos, seamos oscuros”. Es una consigna de muchos intelectuales. Pero yo siempre he tratado de escribir lo más sencillo posible, pensando en esos lectores y oyentes que se aburren hasta el infinito.
Para mí esto es como el ABC de la comunicación. Pero tú das un taller en pleno siglo XXI y tienes que comenzar por ahí. ¿Cómo es posible? Tú utilizaste la palabra “simple”, que tal vez lleve a engaño porque se acerca a “simplonería”. No, yo prefiero la palabra “sencillo”.
Albert Einstein decía: “Nadie entiende nada hasta que no se lo sabe explicar a su abuelita”. Y yo creo que es real. Es decir, esta idea que usted tiene, ¿cómo se la diría a su abuelita? Si no la entiende ella, tampoco la entiende usted. Cuéntela con palabras sencillas, no simplonas, para que todo el mundo comprenda lo que quiere decir.
En un libro, por ejemplo, te puedes echar atrás y releer. Pero en radio, no: si no eres sencillo, moriste. Y moriste no sólo porque el oyente no puede llamar al locutor y pedirle que le repita lo que dijo, sino porque nadie escucha la radio sentado o concentrado todo el tiempo. La gente oye la radio en mil y una distracciones posibles. Y de repente dices: “Hombre, me interesó eso” y lo oyes con más atención.
Pero la capacidad de distracción es infinita. Y la capacidad de aburrimiento es más infinita todavía. Entonces si tú no seduces, si no hablas con palabras sencillas, olvídate de captar la atención o el interés de la gente.
RW: Justamente, su libro señala a la pérdida de atención como un desafío para los capacitadores. ¿Cuáles son las distracciones más frecuentes?
López: Hay muchas. El PowerPoint mal usado es una cosa terrible. Si tú lo empleas bien, es una herramienta que te permite proyectar fotos, esquemas, juegos visuales, música, mil recursos. Pero si vas a proyectar letras en una pantalla gigante, y para colmo vas a leer las mismas letras tú mismo, es una fatalidad.
Después tienes muchos otros distractivos. Por ejemplo el uso de dinámicas lúdicas infantiloides, innecesarias cuando el grupo está entretenido, concentrado y atendiendo a las actividades.
Aunque en realidad, para mí el mayor distractivo son estos facilitadores — que así se llaman quienes están al frente de los talleres — cuya misión entienden que es “facilitar” ciertos conocimientos, pero terminan siendo sólo “facilistas”. ¿Por qué? Pues porque todo lo encuentran bien, son complacientes y así no se aprende nada.
No, señor. Si usted está conduciendo un taller tiene que exigir. La calidad sólo surge de la exigencia. Por supuesto, una exigencia y una crítica hechas con humor, con paciencia. Pero hay que meter el cuchillo porque si no, no avanzamos.
RW: ¿Cuánto dificulta las cosas el voluntarismo?
López: En muchas emisoras comunitarias eso nos llevó a la ruina. Porque el voluntarismo dice: “Yo quiero luchar por el pueblo”, “Yo quiero hacer este programa”. Pero resulta que usted no sabe nada, es un ignorante en radio y primero tiene que saber hacer las cosas.
Pero para saber hacerlas, necesitamos una capacitación exigente, no conformista. Tal vez, detrás del facilismo de muchos capacitadores — es como un secreto de familia, pero hay que revelarlo — está el hecho de que nunca han realizado un programa de radio. Nunca han entrado a una cabina ni agarrado un micrófono. Nunca han escrito un libreto. Pero te explican a ti cómo hacer esas cosas.
Digo, una cosa es saber la teoría y otra es poder evaluar un radioteatro, por ejemplo; saber por qué es bueno o malo y cómo se lo puede mejorar. Entonces, como el capacitador nunca hizo un radioteatro, no puede llegar hasta ese punto.
RW: Ahí asoma también la importancia de los contenidos, el segundo bloque temático de ‘Pasión por la Radio’.
López: Exacto, porque ¿qué sucede muchas veces? Supongamos que vamos a dar un taller sobre reportaje, que quien capacita los ha hecho y que nos enseña todas las técnicas y los trucos para realizarlos bien. Ahora, ¿qué contenido vehiculo yo por esa vía? “Ah, ese es asunto/problema suyo”.
Entonces estamos dando herramientas para que una persona, que quizás tiene la cabeza vacía, vehicule tonterías en ese reportaje. Con lo cual yo estoy ayudando a la tontería. Por eso, cuando me planteé este libro, pensé también en los contenidos. Porque la desgracia que tenemos hoy día es que, con las nuevas tecnologías, la gente sabe cómo producir. Pero no tiene idea de los contenidos que va a transmitir en esos productos.
Y no basta con saber los contenidos sin técnica o viceversa. Entonces, yo necesito una persona que aprenda las técnicas para hacer un buen reportaje, pero que tenga la cabeza organizada para saber qué decir en él. Porque si no, estaremos produciendo y reproduciendo adornadamente las tonterías que tanto se ven en nuestros medios de comunicación.
RW: Entiendo que ya han probado parte de las propuestas de ‘Pasión por la Radio’ en un curso virtual, ¿qué nos puede contar al respecto?
López: El curso se llamó como el libro y lo hicimos a fines del año pasado. Nuestra sorpresa fue que, pese a tratarse de un tema específico — capacitación de capacitadores de radio —, se inscribieron como 600 radialistas que participaron mucho, escribieron, comentaron. Aunque nosotros no podemos hacer estos cursos muy personalizados, porque sería difícil darles seguimiento a 600 personas de toda América Latina.
Entonces lo que hicimos fue pedirles que enviaran comentarios que luego nosotros respondíamos. También les pedimos, como tarea final, que diseñaran un taller para ver cómo lo hacían; y si estaba bien estructurado ya les mandábamos el certificado. La actividad tuvo seis módulos y duró alrededor de dos meses, aunque en esta primera experiencia no incluimos los contenidos: ahora les vamos a recomendar, a quienes participaron, que lean la segunda parte del libro para desarrollar ese tema.
RW: ¿Cómo pueden tener acceso al libro las personas interesadas en él?
López: Nosotros creemos en los derechos compartidos, no en los copyright sino en los “copyleft”. Por eso colgamos el libro en la Web de Radialistas, y también en Radioslibres.net, con acceso libre y gratuito para lectura y descarga.
¿Por qué no lo hicimos antes? Porque tuvimos el curso virtual que mencionábamos recién y preferimos no abrir la sorpresita antes de tiempo. De todas maneras también lo hemos publicado en papel, porque descubrimos que mucha gente se baja el libro pero después quiere comprar el impreso.
En este caso no lo podemos dar gratis porque hay una inversión en imprenta, pero está también a la orden y con precios bajos. De momento se lo puede conseguir en la sede de Radialistas, aunque posiblemente pronto lo coloquemos también en algunas librerías. El problema aquí en Ecuador son los precios del correo que se han vuelto inaccesibles: resulta más caro el envío que el libro.